María siempre fue una chica alegre, pero desde que sus padres se separaron estaba triste ya que se fue a vivir con su madre a su ciudad natal. La madre desde que se habían trasladado la trataba mal ya que le reprochaba todo.
En la casa en la que vivían ahora era de colores oscuros y horrorosa. Allí empezó a descubrir muchas cosas.
Un día encontró grabado el nombre de Laura en su habitación, en el desván, en juguetes de cuando era pequeña, en todos los sitios...
Un día le pregunto a su madre por la tal Laura, su madre se puso muy nerviosa y le pregunto que de donde había sacado ese nombre, entonces María le contó lo de los grabados del nombre por toda la casa.
Al día siguiente, la madre la llevó al cementerio y allí le enseño la tumba de Laura y le explico que Laura era su hija que había muerto en un accidente y que a ella la habían adoptado después de su muerte.
Al llegar a casa los grabados ya no estaban, entonces María fue corriendo a decírselo a su madre, pero su madre le explico que los había borrado ella ya que esos grabados los había puesto ella después de la muerte de Laura para que cada paso que diese se acordara de ella y ahora que vivía otra vez en esa casa había comprendido que a Laura la recordaría siempre y que para ello no hacían falta unos grabados y que ahora tenía que ocuparse de su otra hija que si la necesitaba.
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